Mi última fragancia para ti:
Ahora me dejas tras tantos años con mis puños cerrados y llenos de impotencia, después de años de sembrar con nuestras propias manos jardines entre zarzales y rosas. Abandonas estas manos que para ti fueron los mejores organdíes cuando novia, tersas, dulces, y suaves melocotones humectadas de almíbar. Aquellas que tenían lechos de plumas mullidas que yo poseía para que descansaras en los peores momentos, pero que contenían la fuerza suficiente que aunque fueran filigranas de encajes, aún postrados de rodillas ante los avatares interminables de la vida, desde ellas arrancaran a volar los sueños de nuestra vida nueva, que casi adolescentes con gusto abrazamos hacia un futuro que desconocíamos, pero que durante ese largo camino, hasta ahora, nunca nos soltamos.
Estas manos que ahora me parecen tan extrañas como me resultas tú, que ahora son áridos pergaminos polvorientos y olvidados dentro de un cajón de roble añejo, que están tremendamente resecas como la corteza de una acacia añosa y desraizada, con sus cuencos vacíos sin los turpiales que las hacían trinar y volar a la vez cuando se movían llenas de sonrisas, y que poco a poco se deshojaron y surcaron por culpa de las espinas que las hirieron en el transcurso de cuando ellas con amor construían vida.
Ahora las deshechas vacías sin el aroma perecedero de las orquídeas silvestres que las envolvieron en sus tiempos lozanos, remoto, que jamás volverá para refrescarlas como naturalmente eran, y que con tu huída, hasta te llevaste la estela de su última fragancia.
Mis manos.
Ali
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